Prerrománico asturiano, corazón de España




Atravesar los picos de Europa nevados asomando entre las nubes es un espectáculo desde el cielo. La topografía de Asturias a vista de pájaro ayuda a comprender su pasado, el carácter y clima húmedo.
Asturias es musgo blando y verde. Es agua que sube al corazón. 
Volver tras doce años a disfrutar en Santa María del Naranco ha sido un regalo de primavera. Gente amable y buena comparte esta experiencia conmigo en una mañana despejada. 23 de mayo. Loreto y Silvia pendientes de que todo salga bien.

No pretendo hacer un inventario de términos artísticos. Sí de curiosidades. La altura de los contrafuertes.. La piedra. Toba porosa. Naranco con aljibe en el sótano... ¿para qué? ¿alguien lo sabe? no es lógico una sauna en un edificio político donde el Rey Ramiro allá por el 840 d.C. trabajaba. Destacar los motivos de victoria de la Batalla de Clavijo. La espada y la antorcha símbolos de victoria cristiana. 
Los medallones son verdaderos cilindros de piedra encastrados en el muro y responden a una solución constructiva más allá de su aparente ornamentalidad. Se representa en ellos roleos, sogueados, racimos de uvas ...animales iconográficos como el dragón se repiten constantemente dentro de ellos. 
Aparece la famosa CRUZ de los ÁNGELES de Alfonso II el Casto, símbolo del Asturias.
Santa María del Naranco es un ejemplo de sabia arquitectura, llena de vestigios romanos y bizantinos.

Sin embargo la figura de Santa María no existe. Es la advocación de un edificio civil al que el Rey Ramiro confió su amparo. 

Tras Naranco, San Miguel de Lillo. Iglesia prerrománica con cámara Santa y restos de pintura.  Creo que andamos medio kilómetro para verla. Las bases delas columnas aparte del sogueado tienen motivos figurativos, los evangelistas. Hay una parte original que se conserva bastante intacta.
Ver los Monumentos en el sitio donde fueron construidos hace doce siglos nos ayuda a imaginar en el contexto.






 Y una curiosidad. Las jambas de las puertas. Con motivos paganos. UN CIRCO.
Un acróbata ejercitándose con una pértiga, acompañado por un león y un domador. 
En los rectángulos superior e inferior se repite el mismo motivo: un personaje principal, sentado en un trono y escoltado por dos asistentes, parece presidir el espectáculo mientras sostiene un cetro en la mano izquierda y una mappa en la mano derecha. La mappa era un pañuelo que contenía arena y que, en el mundo romano, se arrojaba a la pista del circo para señalar el inicio de las carreras.

Los historiadores del arte siempre han relacionado esta iconografía con la del díptico bizantino del cónsul Areobindo (año 506), del que existen dos ejemplares, uno en el Hermitage de San Petersburgo y otro en el Museo de Cluny, en Francia. Ciertamente, el modelo de los dípticos consulares romano-bizantinos, en los que hay talladas escenas similares, parece ser el modelo de inspiración más directo de los relieves de San Miguel de Lillo. Lo inusual es que a pesar de servir de decoración a una iglesia cristiana altomedieval ostenten una iconografía no religiosa y poco apropiada, ambientada en el mundo pagano de los ludi (juegos) romanos.

Sin embargo, este tipo de asociación era común en los templos palatinos de Bizancio y fue imitada por la corte ramirense como una forma de dignificar su prestigio político. Con este fin, la monarquía asturiana buscó la conexión con el mundo clásico, recibiendo con los brazos abiertos la influencia bizantina en su cultura y su arte. El profesor Isidro Bango advirtió que los relieves de San Miguel de Lillo representan con toda probabilidad al rey Ramiro I de Asturias, presentándolo con los atributos de poder y las funciones de gobierno de un cónsul de la Antigüedad. Se trata, pues, de una imagen triunfal que utiliza determinados símbolos romano-bizantinos para justificar las pretensiones imperiales del naciente Reino de Asturias, que desde la batalla de Covadonga luchaba por construir su identidad política frente a la amenaza musulmana.






Hasta pronto. 

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